sábado, 25 de agosto de 2007

La moralidad de la pena capital

Por Gary Becker
Premio Nobel de Economía

A menudo se critica a los Estados Unidos por negarse a abolir la pena capital. Muchos afirman actualmente que la abolición de la pena capital es precondición de un sistema jurídico penal civilizado. El Premio Nóbel Gary Becker no está de acuerdo.

Los gobiernos europeos se oponen firmemente a la pena capital --la Unión Europea la prohíbe por completo-- y algunos europeos consideran que su uso en los Estados Unidos es cruel. En efecto, muchos intelectuales europeos sostienen que no sólo la pena capital sino los castigos en general no disuaden a los criminales.
Pero mientras que los europeos, con tasas de criminalidad muy por debajo de las estadounidenses durante el último medio siglo, podían darse el lujo de ser relativamente "blandos" con la mayoría de los delitos, han visto un brusco aumento de sus tasas de criminalidad en los últimos veinte años. En cambio, las tasas estadounidenses han decrecido, debido en parte a un mayor uso de los castigos.
Esto incluye la pena capital. Yo apoyo la ejecución de algunas personas condenadas por homicidio porque --y sólo porque-- creo que evita otros asesinatos. Si yo no creyera eso me opondría a la pena capital, porque la venganza y otros posibles motivos no deben ser la base de las políticas públicas.
Los estudios empíricos serios sobre la pena capital en los EU empezaron con un estudio pionero de Isaac Ehrlich publicado en 1975 en la American Economic Review. Algunos estudios posteriores han encontrado un efecto disuasivo mucho más débil, mientras que otros han constatado uno mucho más fuerte. Sin embargo, los datos disponibles son bastante limitados, de forma que no se debe basar ninguna conclusión exclusivamente en las evidencias econométricas.
Naturalmente las políticas públicas en lo que se refiere a cualquier castigo no pueden esperar hasta que las evidencias sean perfectas. Pero, aun con las evidencias cuantitativas limitadas disponibles, hay motivos para creer que la pena capital disuade.
La mayoría de las personas, y los asesinos en particular, temen a la muerte, sobre todo cuando llega con prontitud y una certidumbre considerable después de que se comete un asesinato. Como dijo David Hume al hablar sobre el suicidio, "nadie desechó su vida mientras valía la pena vivirla. Tal es nuestro terror natural a la muerte..." De igual forma, Schopenhauer opinaba que "en cuanto los terrores de la vida llegan al punto en que son superiores a los terrores de la muerte, un hombre pondrá fin a su vida. Pero los terrores de la muerte ofrecen una resistencia considerable..."
Quienes se oponen a la pena capital afirman con frecuencia que el Estado no tiene el derecho moral de quitarle la vida a nadie, incluyendo al peor de los asesinos. No obstante esa es una conclusión totalmente equivocada para quien crea que la pena capital disuade.
Para ver por qué, supongamos que por cada asesino ejecutado (en lugar de condenado a prisión perpetua, por ejemplo) el número de asesinatos se reduce por tres, que es una cifra muy inferior a las de Ehrlich y otros cálculos del efecto disuasivo. Esto implica que por cada asesino no ejecutado morirían tres víctimas inocentes. De hecho, el gobierno estaría contribuyendo indirectamente a "quitar" muchas vidas si no usara la pena capital.
Salvar tres vidas inocentes por cada persona ejecutada parece ser una buena compensación, e incluso dos vidas salvadas por ejecución parece ser una tasa convincente de costo-beneficio para la pena capital. Sin embargo, es cierto que los argumentos en favor de la pena capital se hacen menos claros a medida que el número de vidas salvadas por ejecución disminuye. Pero, aun si sólo se salvara una vida por ejecución, la opción podría seguir siendo deseable si la vida salvada es mucho mejor que la vida quitada, que generalmente sería el caso.
Muchas personas se oponen a comparar la calidad de la vida salvada y la vida quitada. Sin embargo, no veo cómo evitar tal comparación. Consideremos a un delincuente de carrera que roba y mata a una víctima que llevaba una vida decente y que deja varios hijos y una esposa. Supongamos que fuera posible salvar la vida de una víctima inocente al ejecutar a ese delincuente. Para mí es obvio que salvar la vida de la víctima debe valer más que quitarle la vida al delincuente. Evidentemente, no todos los casos son tan claros, pero la comparación de las calidades de las vidas individuales debe formar parte de cualquier política social razonable.
Esto ayuda a explicar por qué la pena capital sólo se debe usar en casos de asesinato y no de delitos menores. Cuando se trata de optar por quitar vidas y, digamos, reducir los robos, los argumentos en favor de castigos menos severos son mucho más sólidos. Aunque las agresiones severas, incluyendo algunas violaciones terribles, pueden acercarse a la severidad de ciertos asesinatos y podrían justificar la pena capital, yo no apoyo su uso en esos casos.
Un argumento poderoso en favor de reservar la pena capital para los asesinos es la "disuasión marginal". Si las agresiones se castigaran con la ejecución, los delincuentes tendrían un incentivo para matar a sus víctimas a fin de evitar que los descubrieran (lo que constituye una razón importante por la que la severidad de los castigos debe ser proporcional en general a la severidad de los delitos).
Una complicación es que la pena capital puede hacer que el asesino luche con mayor fuerza para evitar su captura, lo que podría conducir a más muertes. Pero, si bien la disuasión marginal es importante, creo que la resistencia de los asesinos a ser capturados, posiblemente a costa de sus propias vidas, es en verdad una prueba de que los delincuentes temen a la pena capital.
Por supuesto me preocupa el riesgo de ejecutar a un inocente. Mi apoyo a la pena capital se debilitaría considerablemente si la tasa de ejecuciones de inocentes fuera tan alta como muchos afirman. Sin embargo, creo que el proceso de apelación en los EU ofrece una enorme protección, no tanto contra las condenas erróneas sino contra las ejecuciones indebidas, de manera que hay muy pocos casos documentados, si es que hay alguno, de personas inocentes que hayan sido ejecutadas. Y este proceso se ha reforzado mucho con el desarrollo de la identificación basada en el DNA.
De nuevo, el debate sobre la pena capital es esencialmente un debate sobre la disuasión (que se puede reducir con apelaciones prolongadas). Entiendo que algunas personas se muestren escépticas en cuanto a las evidencias, aunque creo que se equivocan tanto sobre eso como sobre el elemento de sentido común de la cuestión. Es angustiante quitarle la vida a alguien, incluso a un asesino, pero a veces se requieren actos muy desagradables para evitar comportamientos aún peores que acaban con la vida de víctimas inocentes.

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