sábado, 28 de julio de 2007

Malas noticias

"Bad News", publicado en New York Times, el 31 de julio de 2005



Por Richard Posner



Los medios informativos convencionales sufren una batalla. Son atacados tanto por la izquierda como por la derecha en un libro tras otro, golpeados por escándalos, cuestionados por bloggers advenedizos y se han convertido en foco de controversia y preocupación. Su audiencia está en declive, su credibilidad con el público hecha trizas.
En una reciente encuesta realizada por el Annenberg Public Policy Center, 65% de las personas consultadas piensa que la mayoría de las organizaciones noticiosas al descubrir que han cometido un error lo tratan de ignorar o esconder, y 79% opina que una empresa mediática debería dudar al contar historias negativas acerca de una corporación de la cual recibe considerables ingresos por concepto de publicidad.
Los críticos de la industria están de acuerdo en que la función de las noticias es la de informar a la gente acerca de temas sociales, políticos, culturales, éticos y económicos para que puedan elegir o expresarse como ciudadanos responsables. Asimismo coinciden en que el periodismo es una profesión, no sólo una industria, y por lo tanto los periodistas y sus jefes no deberían permitir que las ganancias dominen; pero sí reconocer un deber ético, e informar con precisión, seriedad, sin prejuicios, reservándose las preferencias políticas a la página editorial, y sus contrapartes en radio y televisión. Los críticos están de acuerdo en que hace 30 años la información estaba dominada por los periódicos y por los noticiarios televisivos. Sin embargo, la audiencia de estos medios ha declinado con el incremento de fuentes que están compitiendo, especialmente la televisión por cable y la Internet.
El declive de la audiencia es potencialmente fatal para los periódicos. No solamente porque su público habitual ha caído de 52.6% de adultos en 1990 a 37.5% en 2000, sino porque esta caída es claramente visible en la gente que tiene de 20 a 49 años; una generación que se encuentra ­como sus edades pueden recordárnoslo­ mucho más cómoda con los medios electrónicos en general y con la Internet en particular que con los viejos medios tradicionales.
A estas alturas el diagnóstico indica una división en los lineamientos políticos. Los liberales que incluyen a más periodistas (porque la mayoría de los periodistas son liberales), creen que el declive de los medios que en otros tiempos "dominaban" se debe a un deterioro en la calidad de los mismos. Ellos atribuyen este declive al aumento de la irresponsabilidad periodística de la derecha, tipificada por el Fox News Channel (el canal de noticias más visto en televisión por cable), así como por el talk show de radio de Rush Limbaugh y los blogs del ala derecha de Matt Drudge y otros. Sin embargo, los liberales no dejan los medios de comunicación dominantes, y por el contrario, compiten al proporcionar en nombre del balance, un eco en contraposición a la derecha. Para estos críticos, el deterioro del periodismo puede ejemplificarse con el "Swift boat" con el que los veteranos de la guerra de Vietnam atacaron al senador John Kerry durante su campaña electoral de 2004. Los críticos describen que este ataque consistió en una serie de mentiras propagadas por la nueva ala derecha de los medios como noticias que los propios medios dominantes crearon ante la ansiedad del posible decremento de sus fortunas.
Los críticos en la derecha aplauden el incremento de los medios conservadores, pues consideran que éstos funcionan como un correctivo necesario desde hace mucho ante los prejuicios de los principales medios liberales que, de acuerdo con Jim A. Kuipers, autor de Press Bias and Politics, son "un colectivo de partisanos que, consciente e inconscientemente, buscan persuadir al público de aceptar su interpretación del mundo como una verdad absoluta". El 14% de los estadounidenses se describe como liberales y 26% como conservadores; los periodistas, en tanto, se describen con porcentajes de 56 y 18%, respectivamente. Esto significa que todos los periodistas se consideran ya sea liberales o conservadores, pero hay 76% que se considera liberal comparado con sólo 35% del público con el que simpatizan en una situación política.
De manera que, por un lado están los medios dominantes de los que la derecha se queja (partiendo del hecho de que los dueños y ejecutivos, que son distintos a quienes trabajan como periodistas, tienden a ser menos liberales), pero no es sólo eso lo que inclina las noticias hacia una tendencia liberal; ellos no se detendrán ante nada con tal de vencer a los políticos conservadores y sus causas. Los puntos exactos de la emisión de 60 Minutes II en la que Dan Rather hace alarde de los que probablemente sean documentos falsos concernientes al servicio de seguridad nacional de George W. Bush, así como a un reportaje erróneo de Newsweek basado en una fuente anónima, que cuenta que un interrogador echó una copia del Corán en el retrete (algo físicamente imposible, es lo que uno debería pensar).
Al desnudar estas críticas de su indignación tratándolas como descripciones más que como denuncias, y uno puede ver que son consistentes con una y otra y, básicamente correctas, los principales medios son predominantemente liberales, de hecho, más liberales de lo que solían ser. Pero no debido a que las políticas de los periodistas hayan cambiado, más bien, debido al incremento de nuevos medios de comunicación, mismos que son principalmente un fenómeno económico más que político, esto ha causado polarización, la cual empuja a los medios liberales todavía más lejos.
Los medios noticiosos también se han vuelto más sensacionalistas, propensos al escándalo y posiblemente menos fieles a lo que ocurre realmente. Pero hay que notar la tensión entre sensacionalismo y polarización: el juicio de Michael Jackson tuvo una gran cobertura, y desplazó a muchas informaciones políticas, sin embargo no tenía una validez política.
Las preguntas interesantes serían: ¿el por qué de estas tendencias?, y, segunda, ¿entonces qué?
El porqué de este declive vertiginoso está en el costo de la comunicación electrónica y la relajación de las barreras que la regulan, y principalmente la proliferación de ofertas a los consumidores. Hace 30 años los estadounidenses podían ver en promedio siete canales de televisión; hoy en día, con el incremento de la televisión por cable, así como de la televisión satelital, el número de canales es de 71. Hace 30 años no existía Internet, de modo que no había Web ni periódicos o revistas en línea, por lo tanto no había blogs. El consumo del público de noticias y opiniones solía ser parecido a buscar una aguja en un pajar; mientras que ahora es como ser rociado por una manguera de fuego.

Para ver qué diferencia puede hacer la eliminación de las comunicaciones atascadas en un cuello de botella, debemos considerar a un pueblo que, antes del advenimiento de la televisión o incluso de la radio tenía sólo dos periódicos debido a que la economía en escala hacía imposible que otro periódico con pequeña circulación pudiera salir a la luz sin pena ni gloria. Para incrementar sus ganancias publicitarias, cualquiera de los dos periódicos intentaría maximizar su circulación mediante el lanzamiento de sus noticias al lector ordinario, para ese lector no llamaría la atención un periódico ostentoso, cuyos puntos de vista políticos fueran extremistas. En ese caso, sería la misma tendencia hacia la convergencia política que es característica de los dos partidos del sistema político estadounidense, y, por la misma razón, atraer a las minorías es la llave para obtener una mayoría.

Uno de los dos periódicos sería probablemente liberal y tendría una cantidad leal de lectores liberales, y el otro conservador, de manera que éste tendría la misma cantidad de fieles lectores conservadores. Eso daría como resultado una fluctuación media. Para enganchar a los lectores en esa área, el periódico liberal no podría permitirse ser demasiado liberal, así como el conservador no podría ser demasiado conservador. El primero debería esforzarse para ser lo suficientemente liberal y mantener consigo a sus lectores, y el segundo lo suficientemente conservador para no perder a los lectores con quienes comparte esa tendencia. Si cualquiera de los dos se inclinaba demasiado hacia los extremos políticos, podía perder a los lectores del centro sin que ello significara ganar lectores de alguno de los dos extremos, pues desde antes contaban con ellos.
Pero en el supuesto de que las condiciones de los costos cambien, un periódico puede permitirse salir sin ganar ni perder, aun con muchos menos lectores que antes. Ahora el periódico liberal tiene que preocuparse al mismo tiempo de que su mensaje ­en un esfuerzo por atraer a lectores moderados­ no ocasione la pérdida de la mayoría de sus lectores liberales que buscarían un nuevo periódico aún más liberal, que en pequeña escala entraría en el mercado económico y cuyos titulares no tendrían más una base segura. De manera que, el periódico liberal debe volverse todavía más liberal y, por el mismo proceso, el periódico conservador debe serlo aún más. (Si las economías a escala se incrementan, y como resultado de esto los periódicos crecen, el cambio ideológico de oposición será observado, tal como sucedió en el siglo XIX. La introducción de suplementos en la década de 1830 permitió a los periódicos obtener gran circulación y de este modo podían financiarse a sí mismos a través de la venta de publicidad, hasta que tuvieron que depender del patrocinio político.)

La tendencia actual de la polarización política al reportar noticias es entonces una consecuencia de cambios no en las creencias políticas en el fondo, sino en los costos, específicamente en la declinación de los costos de nuevos integrantes. El éxito de canales conservadores como el Fox News Channel provocó que CNN se desviara hacia la izquierda. De todas maneras, CNN iba a perder gran parte de su público conservador debido al éxito de Fox de modo que lo más lógico para ellos fue satisfacer a su público.

La tendencia hacia el sensacionalismo en el reportaje es un fenómeno paralelo. Con más noticieros existe una lucha más intensa por el público. Una estrategia es ocupar un hueco que han pasado por alto ­tomando de los noticieros comunes un segmento del público en el que no habían pensado antes, así como tampoco en sus intereses. Ésta es una estrategia que causa la polarización. Otra es "gritar más fuerte" que tus competidores, pues gritar adquiere la forma de acusación, descubrimiento, foto o reclamo sensacionalista, lo cual llama la atención de la gente. Según James T. Hamilton en su valioso libro All the News That's Fit to Sell esto explica por qué los sueldos de los locutores de noticias ha aumentado tanto: si existe más competencia para el público un locutor famoso se vuelve muy valioso.

El argumento de que la competencia aumenta la polarización presume que los liberales quieren leer periódicos liberales y que los conservadores quieren leer periódicos conservadores. Aunque dar esto por sentado sería lo más natural, entrarían en conflicto con uno de los puntos en que la derecha y la izquierda están de acuerdo: que la gente consume noticias y opiniones para poder informarse bien de asuntos públicos. Si fuera cierto, los liberales leerían periódicos conservadores y los conservadores leerían periódicos liberales, como los científicos cuando tratan de comprobar sus hipótesis, confrontándolas con datos que les podrían refutar. Pero a la gente normal (o, de hecho, a los científicos) no le interesan los asuntos políticos y sociales de esa manera. Los asuntos son demasiados, inseguros y complejos, y el beneficio para cada individuo de volverse una persona bien informada es demasiado pequeño para mantener la atención sostenida. Además, a la gente no le gusta estar en un estado de inseguridad y duda, por eso busca información que dé apoyo a sus creencias en vez de minarlas. Por otro lado, también es incómodo para la gente el hecho de que las creencias que tienen que ver con su bien económico, seguridad física, religión o moral sean cuestionadas.

Entonces, ¿por qué la gente consume noticias y opiniones? Por una parte, porque quieren estar enterados de las cosas que les afectan en la vida ­por eso prestan más atención a las noticias locales que a las globales o nacionales­. Por otra, buscan entretenimiento, y lo más entretenido son los escándalos, la violencia, el crimen, las debilidades de los famosos y las bufonadas de quienes ostentan el poder. Y quieren ser confirmados en sus creencias viéndolas reflejadas y elaboradas por gente con voces de autoridad y prestigio. De manera que aceptan, y muchos gozan, de una prensa partisana. 43% de las personas encuestadas por la Annenberg Public Policy Center pensaba que "sería algo bueno que algunas de las organizaciones de noticieros tuvieran un punto de vista político en su cobertura de las noticias".

Impulsados por las ganancias que obtienen, los noticieros responden a lo que demanda su público en vez de a la idealizada "sed de conocimiento" que proponen los intelectuales o los decanos de las escuelas de periodismo. Sirven a lo que el consumidor desea, y entre más intensa es la presión competitiva, mejor lo hacen. Vemos esto en la cobertura que realizan los medios en las campañas políticas. Relativamente se presta poca atención a los temas. Cuestiones fundamentales, como la actual diferencia en las propuestas políticas que podrían ser el resultado si uno de los candidatos gana, llaman poco la atención, pues ésta en vez de centrarse en quién está a la cabeza, le da más importancia a las tácticas de campaña, de las que se hacen reportajes muy meticulosos. Las declaraciones de los candidatos son evaluadas no por su verdad sino por su habilidad; esto es asumido sin asomo de vergüenza, pues los niveles de votantes de un candidato político pueden descalificarlo por haberlo tomado seriamente, como un caballo de carreras que intenta ir fuera de la pista. La cobertura de las noticias sobre una campaña política es orientada hacia un público que disfruta de las competencias deportivas, no hacia el que es cívicamente pensante.

Vimos esto en el reportaje de la selección del sucesor de la juez Sandra Day O'Connor. Lo llevaron a cabo como campaña electoral; un artículo incluso describió el engaño para la nominación por parte de George W. Bush como la "elección primaria", y la lucha para que confirmaran la nominación con el Senado, la campaña de la "elección general". Con pocas excepciones, nadie estaba prestando atención a la habilidad de las personas consideradas para los puestos o las consecuencias que tendrían para la nación.

¿Esto significa que los medios dedicados a dar noticias eran mejores antes de que la competencia los polarizara? No del todo. El mercado le da lo que quiere a la gente, ya sea que quieran lo mismo o cosas diferentes. Cuestionar áreas de consensos sociales, sin que importe lo absurdos o viciosos que sean, es algo casi intocable para los noticiarios porque dentro del público en general no les da más audiencia. Los noticiarios no patean a las vacas sagradas como religión y patriotismo.

No es que los noticiarios mientan en sus reportajes; de hecho, hay más incentivos para que no lo hagan. En vez de eso existe la selección, la inclinación, las decisiones sobre cuánta prominencia le dan a un artículo en particular. Dándole un giro liberal a la información económica ambigua cuando los conservadores tienen el poder es, como dijeron los economistas de Harvard Sendhil Mullainathan y Andrei Shleifer, describir el vaso como medio vacío cuando los conservadores lo describen como medio lleno.

Los periodistas son renuentes para admitir que alcahuetean las inclinaciones de su público; cuestionan sus propias imágenes como servidores del interés general, sin manchas del comercio. Quieren pensar que informan al público, en vez de sólo satisfacer las demandas del consumidor, no más elevadas que la demanda de cirugía plástica en Brasil o la fiesta brava en España. Creen en una "democracia deliberante" ­la democracia como un sistema donde la gente determina políticas al deliberar sobre el asunto­. En su prólogo de The Future of Media (una colección de artículos editados por Robert W. McChesney, Russell Newman y Ben Scout), Bill Moyers escribe que "la democracia no puede existir sin un público informado". Si esto es cierto, Estados Unidos no es una democracia (que puede ser el punto de vista indigesto de Moyers). Sólo los miembros de la intelectualidad, una sección muy pequeña de la población, deliberan sobre asuntos públicos.
El interés del público en la precisión de hechos es menos un interés en la verdad que un gozo por desenmascarar los errores de la oposición. Los conservadores no estaban avergonzados por los errores de los "swift boat veterans", mientras hablaban con gozo y satisfacción de la revelación de las falsificaciones con las cuales contaba Dan Rather, y de su caída de la gracia. Se alegraron cuando Newsweek tuvo que retractarse por su artículo sobre el Corán cuando fue echado en el inodoro, pero prefieren que los abusos por parte de los estadounidenses a los prisioneros se mantengan ocultos. Todavía, porque hay una demanda en el mercado para corregir errores y descubrir los malos hechos de los enemigos, los noticiarios ejercen una función importante de supervisión, creando responsabilidad y detectando errores. Eso, en vez de educar al público sobre asuntos más profundos, es su misión más importante. Esto demuestra cómo un mercado produce un bien social como subproducto de una conducta de autointerés.

El interés limitado del consumidor es en verdad la llave para entender por qué la izquierda y la derecha pueden acusar al mismo noticiario de estar en favor del otro. Los periodistas están escribiendo para cumplir con lo que demanda el consumidor, y no están demandando verdades incómodas. Entonces, un periódico que atrae a la gente liberal tratará de evitar revelaciones de mal comportamiento por parte de la gente negra o de los homosexuales, como William McGowan acusa en Colouring the News; comparativamente, Daniel Okrent, el primer mediador del New York Times, dice que las páginas de noticias en el Times "presentan los aspectos sociales y culturales del matrimonio entre personas del mismo sexo con un tono que se acerca al de un animador". Estas revelaciones no sólo ofenderían a los liberales que no son negros ni homosexuales; muchos negros y homosexuales son consumidores de los periódicos liberales y ningún negocio quiere ofender a su cliente.

Pero el mismo periódico liberal o noticiario puede ser más cuidadoso con los reportajes de las actividades del gobierno, incluso en las administraciones republicanas de modo que dan credibilidad a los críticos de la izquierda, como en Now They Tell Us de Michael Massing sobre el reportaje de la guerra en Irak. Un periódico depende del acceso que tiene a los oficiales del gobierno para mucha de su información sobre lo que éste hace y planea y son renuentes a morder la mano de quien les da de comer. Sin embargo, esta es una hipérbole para Eric Alterman cuando pretende en What Liberal Media? que "los liberales están en una batalla sin esperanzas en la cual están completamente superados en casi todo" por los noticiarios conservadores, o cuando dice Bill Moyers: "el mercado de ideas políticas" está dominado por "una prensa partisana de cuasi oficiales cuya ideología está atada a una administración autoritaria". En una prueba de 23 periódicos y revistas de noticias principales, los liberales tenían el doble de circulación que los conservadores. La inclinación en algunos de los reportajes de los noticiarios liberales, reconocido por Okrent, es documentada por McGowan así como Bernard Goldberg en Bias, y L. Brent Bozell III en Weapons of Mass Distortion.

Los periodistas minimizan la ofensa, preservan un aura de objetividad y alientan el gusto popular por el conflicto y la pelea a través de ­en el nombre del "equilibrio"­ los reportajes de los dos lados del asunto, incluso cuando no hay dos lados. Entonces, el "diseño inteligente" que antes tenía por nombre el oxímoron de "la ciencia de creación", aunque es dogma religioso poco disfrazado, casi lo ponen al mismo nivel que la teoría de la evolución. Si los periodistas admitieran que los imperativos económicos de su industria prevalecen sobre sus creencias políticas, debilitarían a los críticos derechistas de la inclinación liberal en las noticias.
El último, y tal vez más grave reto para el establecimiento del periodismo es el blog. Los periodistas acusan a los bloggers de tener un estándar más bajo. Pero su preocupación verdadera no es de pensamiento elevado ­es la amenaza de que los bloggers, que en general son principiantes, afecten a los periodistas profesionales, así como a sus jefes principales y a los noticiarios convencionales­. Un periódico serio como el Times es una empresa comercial jerárquica que interpone capas de crítica, revisión y corrección entre el reportero y el reportaje publicado y para financiar su gran personal depende de dinero generado por anuncios, por eso el buen trabajo de los publicistas y (porque el dinero generado por anunciar depende de la circulación) los consumidores de los periódicos. Depender de eso limita a los periódicos de varias maneras. Pero en suma, con su reputación invertida en la precisión, en el que cualquier error puede ser un gran escándalo público, un periódico no sólo tiene que retrasar la publicación de muchos artículos para permitir una revisión adecuada sino que también tiene que implementar reglas para evitar los errores ­como requerir más de una sola fuente para un artículo o limitar a los reporteros a contar con fuentes anónimas­ y esto le cuesta muchas exclusivas.

Los blogs no se preocupan por estas cosas. Su único gasto es el tiempo del blogger, y eso puede ser bastante negativo si él puede usar la publicidad que obtiene de blogging para generar pagos por lecturas y derechos. No tienen empleados, de manera que nadie espera que el blogger sea preciso. No tiene publicidad (aunque eso está cambiando), y no tiene por qué ser cuidadoso. Y sin necesidad de una gran circulación para cubrir sus costos, puede dirigir sus blogs hacia una sección mucho más pequeña del público que los periódicos o que un canal de televisión. También podría quitarles esa sección de los noticiarios convencionales. Digamos que los blogs quitan a los consumidores de noticieros convencionales uno por uno.

Por eso los bloggers pueden especializarse en temas particulares, algo que muy pocos periodistas empleados por compañías de noticias pueden hacer, porque si los periodistas se especializaran en determinados temas, los periódicos tendrían que contratar más gente para cubrir todo. Un periódico no contrata a un periodista por su conocimiento de máquinas de escribir antiguas, pero muchas personas en la blogósfera tienen ese conocimiento esotérico y fueron ellos los que acabaron con Dan Rather. Comparativamente, sin límites comerciales, un blogger se puede dedicar por completo a un artículo e ir más a fondo y por más tiempo, algo que los noticiarios convencionales no se atreven a hacer por miedo al aburrimiento de su público. Fue la persistencia y terquedad de los bloggers que, por no dejar una historia cuando los noticiarios ya se habían cansado, la que forzó la renuncia de Trent Lott como líder de la mayoría en el Senado.
Lo que realmente molesta a los periodistas convencionales es que, aunque los blogs individuales no tienen garantía de precisión, la blogósfera como tal tiene una mejor máquina de autocorrección que los medios convencionales. La rapidez con que cantidades enormes de información son reunidas y revisadas deja a los medios convencionales atrás. No sólo existen millones de blogs, y miles de bloggers que se especializan, sino que además, los que leen mandan comentarios que aumentan los blogs y la información en esos comentarios, como en los blogs mismos, corren por bloglandia a la velocidad de una transmisión electrónica.
Esto significa que las correcciones de los blogs son diseminadas casi instantáneamente, en contraste, cuando un miembro de un noticiario convencional encuentra un error, puede tardar semanas en comunicar esto al público y retractarse.

Eso no es sólo cierto con las aclaraciones de los periódicos ­normalmente publicados de manera poco llamativa y casi nunca leídos porque la gente se ha olvidado del artículo una vez que éste ha sido corregido­ sino también de los noticiarios de la televisión. CBS tardó mucho tiempo en reconocer el error de Dan Rather porque había tanta gente involucrada en la producción y la supervisión de un programa como 60 Minutes que tenía que ser consultada.

La acusación de los periodistas convencionales de que al blogging le faltan revisiones y equilibrio es obtusa. La blogósfera tiene más revisiones y equilibrio, sólo que son diferentes. El modelo es el análisis clásico de Friedrich Hayek sobre cómo el mercado económico reúne cantidades enormes de información eficientemente aunque tiene un carácter muy poco centralizado, la falta de un coordinador o regulador, y el conocimiento muy limitado de cada uno de los participantes.
En efecto, la blogósfera es una empresa colectiva; no 12 millones de empresas separadas, sino una empresa con 12 millones de reporteros, escritores de secciones especiales, editorialistas, pero casi sin gastos. Es como si la Associated Press o Reuters tuvieran millones de reporteros, muchos de ellos expertos, todos trabajando sin salario para un periódico gratuito y que no lleva anuncios.

¿Cómo pueden competir los noticiarios tradicionales? Especialmente cuando la competencia no es precisamente justa. Los bloggers son como parásitos con los medios convencionales. Copian las noticias y opiniones generadas por estos noticiarios, muchas veces después de gastos considerables, y no pagan. El nivel de parasitismo es impresionante en el caso de aquellos blogs que tienen vínculos a artículos de periódicos. Así el público puede leer los artículos sin comprar el periódico. La queja legítima de los medios convencionales no es que los bloggers socavan la precisión del reportaje, sino que son parásitos que con el tiempo podrían socavar la habilidad de los noticiarios de financiar el reportaje del que dependen.

Algunos críticos se preocupan por los medios que no tienen filtros como los blogs porque creen que exacerban tensiones sociales dándoles una plataforma electrónica muy poderosa a personas con creencias extremas. Personas malas se encuentran en el ciberespacio y así aumenta la confianza en sus ideas locas. Los medios convencionales supervisan los puntos de vista extremos para evitar la ofensa a los consumidores y anunciantes; la mayoría de los bloggers no tienen esta inhibición.

El argumento para someter a filtros es en realidad un argumento para censurar. (Que éste es hecho por liberales es evidencia: todos estamos en favor de la censura cuando hablamos de las opiniones que nos dan miedo.) Pero probablemente hay poco daño y muchas cosas buenas en medios no filtrados. Permiten que algunas creencias heterodoxas tengan audiencia. Impulsan a 12 millones de personas a escribir en vez de mirar la pantalla pasivamente. En una época de especialización y profesionalismo, les da una plataforma a los principiantes. Dejan que la gente se desahogue y sin ellos, podrían encontrar una manera más peligrosa de expresarse. Hasta dejan que las autoridades puedan monitorear a la gente que podría causar problemas; agencias de inteligencia y policía dedican mucho tiempo y recursos al monitoreo de blogs y chatrooms en Internet.

La mayoría de la gente tiene razones suficientes para no confiar totalmente en comunicaciones no supervisadas. Saben que cualquier persona puede crear un blog prácticamente sin gastos, que la mayoría de los bloggers son principiantes sin credenciales, que los bloggers no emplean a gente que revise sus datos y que no tienen editores y que un blogger se puede esconder detrás de un pseudónimo. Saben, básicamente, que hasta que las afirmaciones del blogger sean aprobadas (como cuando los noticiarios convencionales reconocen un error descubierto por parte de un blogger) no hay por qué confiar en lo que dice. Los medios convencionales, en contraste, aseguran al público que harán un gran esfuerzo para prevenir que haya errores en sus artículos o programas. Piden que el público confíe en ellos y por eso sus errores graves siempre son escándalos.

Un estudio del National Opinion Research Center encontró que la confianza del público en la prensa declinó desde 85% en 1973 a 59% en 2002 y que gran parte de ese declive ocurrió después de 1991. A lo largo del periodo hubo muy pocos cambios en la confianza de la gente en otras instituciones públicas. Entonces parece que hay factores especiales en la corrosión de la confianza en la industria informativa. Una es que los blogs han mostrado los errores de los medios convencionales que de otra manera no hubieran sido descubiertos o no hubieran recibido tanta publicidad. Otra es que la competencia de parte de los blogs, además de más medios, ha presionado a los noticieros para que emitan sus reportajes más rápido, y por eso han tenido que ser menos cuidadosos. Entonces, aunque la blogósfera es un sistema maravilloso para la corrección de errores, no es claro todavía si su efecto total va a ser que reduce los errores dentro de los medios en general.

Probablemente la razón más grande para el declive en la confianza en los medios es la polarización. Mientras las compañías están siendo empujadas hacia un lado u otro de la política, la confianza en ellosdeclina. Presumimos que sus motivos son políticos. Esto nos puede explicar por qué una encuesta reciente del Pew Research Center muestra que los republicanos consideran que los medios critican demasiado al gobierno y los liberales consideran que no lo critican lo suficiente.

Por eso, el aumento en la competencia en el mercado de noticias que ha sido perpetuado por costos más bajos de comunicaciones (en la televisión y radio) y esto da como resultado más variedad, más polarización, más sensacionalismo, más escepticismo, y, a fin de cuentas, un mejor intercambio de oferta y demanda. Pero el aumento de competencia no ha producido un público más orientado hacia asuntos públicos ni más motivado y competente para comprometerse a un autogobierno genuino porque eso no es lo que está buscando. Busca entretenimiento, confirmación, reforzamiento, satisfacción emocional; y lo que quiere el consumidor, lo ofrece un mercado competitivo. Los periodistas expresan su decepción porque las presiones más básicas están reduciendo la calidad de las noticias. Lo que esto realmente significa es que cuando la competencia se intensifique, los proveedores de un servicio serán forzados a dar al consumidor lo que quiere, no lo que ellos, como profesionales orgullosos, piensan que deberían querer, que es básicamente lo que ellos quieren.

¿Y qué hay de ese pedacito del público que realmente está interesado en asuntos de política? ¿Servían mejor a esta gente antes? Otro estudio del Pew Research Center encontró que revistas serias han podido mantener su manera de reportar y que algunos canales de radio, incluyendo a la gran pesadilla de la derecha, National Public Radio, están atrayendo a audiencias más y más grandes. Y para ese pedacito más pequeño aún que invita a que cuestionen sus inclinaciones leyendo The New York Times y The Wall Street Journal, y que ve CNN y Fox, que lee a Brent Bozell y Eric Alterman y todo lo que está en medio, el aumento en la polarización de los medios provee un viaje más variado que antes.

De manera que cuando todo lo negativo y positivo del impacto de los cambios tecnológicos y económicos de los medios de comunicación dedicados a dar noticias estén juntos y sean comparados, tal vez no haya tanto de qué preocuparnos.


© New York Times Book Review.

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